No veo qué ganamos las mujeres
Milagros del Corral es exdirectora de la Biblioteca Nacional
Ha tardado mucho pero, al fin, la Real Academia de la Lengua ha emitido su opinión a propósito del supuesto carácter sexista del español a través del informe rigurosamente fundamentado de Ignacio Bosque. No puedo sino estar de acuerdo con la crítica responsable de la RAE. Y ello a pesar de que soy mujer y una profesional que, desde muy joven, ha trabajado en entornos mayoritariamente masculinos. Soy también consciente de que la mujer todavía está lejos de alcanzar la equiparación social y profesional que le corresponde y, en consecuencia, soy una firme partidaria de la defensa de mis derechos, que son los derechos de media humanidad. Digo, pues, no a la discriminación.
Sin embargo, esta reciente costumbre de pervertir nuestra maravillosa lengua castellana me parece un puro sinsentido. Nunca me he sentido excluida de forma gramatical alguna, singular o plural, ni creo que los hombres se sientan discriminados al ser aludidos, en singular y en plural, como artistas, periodistas, trapecistas, etcétera. Sin duda aquí se ha producido un error, aunque haya sido con la mejor intención. Aquí se ha confundido sexo con género, biología con gramática.
El activismo feminista, de la mano de una serie de instituciones que quieren ser políticamente correctas, quieren hacernos creer con sus guías de uso de lenguaje no sexista que la visibilidad de las mujeres pasa por desnaturalizar nuestro idioma con fórmulas rebuscadas, cuando no claramente atentatorias contra la morfología gramatical o sintáctica, sin miedo alguno a recargar el discurso hasta límites estéticamente insoportables: niños y niñas, andaluces y andaluzas, jueces y juezas, miembros y miembras… Eso cuando no nos atropellan con amig@s, utilización supuestamente genial del símbolo de una medida de líquidos y, más recientemente, del dominio de las direcciones de correo electrónico.
Amén del innecesario estropicio lingüístico, no creo que recomendaciones de esta naturaleza sirvan de nada a nuestra mayor visibilidad. Ni mucho menos que lleguen muy lejos. De momento, solo las aplican de forma acrítica algunos políticos de posmodernidad mal entendida. Y, desde luego, no han logrado calar en el habla popular. Y no han calado porque el pueblo es sabio e inconscientemente siente que las expresiones recomendadas rayan en lo ridículo y no convienen a la economía de la comunicación, pecado grave en la era de Twitter y el microrrelato. Quiero creer que se trata de una moda pasajera.
Pero, ¿dónde estaba la RAE?
Inés Alberdi es catedrática de Sociología de la Universidad Complutense
¿Cómo puede sorprenderse el profesor Bosque de que para preparar una Guía de uso no sexista del lenguaje no se consulte con la Academia de la Lengua? Lo que sorprende es que no haya sido esta institución la que se haya ocupado de darnos sugerencias para hacer un uso del lenguaje que no oculte a las mujeres.
¿Por qué la RAE no ha dicho nada hasta ahora de cómo el lenguaje español hace invisibles a las mujeres? ¿Dónde están sus análisis y sus recomendaciones para dar un uso más de acuerdo con la igualdad de género? La Academia es, como dice el profesor Bosque, la institución que debe vigilar por el buen uso de la lengua, pero esto no le ha parecido un problema o no le ha interesado.
Bienvenida sea la Academia de la Lengua a este debate en el que tendría que haber estado hace años. No necesariamente para decirnos lo que hay que hacer sino para sumar su conocimiento y su experiencia al de tantas otras personas e instituciones que conocen aspectos que también habrá que tener en cuenta.
En sus argumentos contra las guías se refiere casi exclusivamente a una de las cuestiones que estas señalan, la necesidad de hacer manifiesta la presencia femenina en cualquier colectivo al que nos estemos refiriendo, niñas y niños, padres y madres, cuestión que la lengua española oscurece a través del uso del genérico masculino. Este es quizás el aspecto más difícil de revisar si queremos que el español no olvide a las mujeres, pero hay muchos otros. La propuesta que hacen algunas guías, de reiterar constantemente el masculino y el femenino de todo, no le gusta y lo ridiculiza. A mí tampoco, pero no me burlo porque el tema me parece muy serio. Creo que hay formas posibles de evitar esa reiteración. Por ejemplo, hablar del género humano en vez del hombre cuando se habla de la evolución. No se trata tanto de señalar con el dedo a los que abusen del genérico masculino, como tratar de enseñar a todos a hablar con mayor rigor y respeto a la igualdad de género. La lengua es hija de la historia y por ello no debe sorprendernos que la española sea tan sexista. Pues bien, les diría, como digo a mis estudiantes, que procuren reflexionar sobre cómo escriben y traten de no olvidar a las mujeres al hacerlo.
(Textos adaptados de www.elpais.es - http://cultura.elpais.com/cultura/2012/03/05/actualidad/1330979981_863178.html)
Inés Alberdi es de la opinión de que:
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