El cliente siempre tiene la razón

Estas iban a ser sus mejores vacaciones. Los billetes de avión
ya estaban comprados desde hacía un mes, el lujoso apartamento
frente al mar estaba reservado y la residencia canina
había aceptado a Boby, su mascota, durante los quince días de
vacaciones (y eso que estaban hasta arriba de los perros).
Todo perfecto. Conectaron la alarma de casa, cogieron un taxi
al aeropuerto y, una vez allí, empezaron las sorpresas. Como
era festivo, el taxista les pidió un suplemento de 30 euros.
Extrañados, pagaron y callaron. Al acercarse al mostrador de
embarque, la chica de la compañía aérea les dijo que había
overbooking y que no podían viajar en ese avión. Resignados,
compraron un nuevo billete en otra compañía y, cuando por fin
aterrizaron en su destino de vacaciones, descubrieron que les
habían perdido sus maletas. Al llegar con lo puesto al apartamento
reservado comprobaron que ni era de lujo (como ponía
en internet) ni tenía vistas al mar: estaba lleno de humedades y
situado encima de una macrodiscoteca cuyos decibelios hacían
vibrar hasta las lámparas. Mientras calibraban todo lo que les
estaba pasando sonó su móvil. Era un vecino que les avisó que
la alarma de su casa llevaba horas pitando porque unos ladrones
habían entrado y desvalijado la vivienda, pero como no
conocían la clave secreta, no lograban pararla. Cuando pensaron
que nada más podía ocurrirles, volvió a sonar el teléfono.
Eran los de la residencia canina: Boby se había escapado.
Es difícil que se lleguen a producir todas estas desgracias a la
vez, pero casi todo el mundo ha tenido en alguna ocasión problemas
como consumidor de un producto o de un servicio. Según
las organizaciones de consumidores, los españoles seguimos
suspendiendo a la hora de conocer nuestros derechos.
Frente a esto, debemos saber que todas las reglas de consumo
se encierran en una: el cliente siempre tiene la razón.
GQ. España, n. 90, junio 2004. p. 90-93 [Adaptado].

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