OJOS TAPADOS CON SEDA
No. No hace falta ir al cine para verla. Cada día se pasea ante nuestros ojos,
imperturbable, invariable. La hemos visto en nuestras ciudades, en nuestros barrios,
en nuestros pueblos, desde los tiempos de nuestros antepasados. Siempre ahí,
incólume. Y sigue ahí, tan natural como los glaciares en la Patagonia, como las
5 – quebradas del Norte, como nuestro Río de la Plata. Nadie parece querer darse cuenta
de que existe. Pero la realidad siempre supera a la ficción.
No sólo en mi querida Argentina la desigualdad es una realidad tan dura que
preferimos taparnos los ojos con una venda de seda para no querer verla. Está
presente en todas las ciudades y pueblos de América Latina y el Caribe ¿Por qué
10 – entonces seguimos conviviendo con ella con tanta naturalidad?
No hay nada peor que la naturalización de las cosas. Damos por hecho que
debe haber pobres y ricos, triunfadores y fracasados, héroes y villanos. Dejamos que
el peso de la inercia nos marque, y si la inercia es histórica, ¿para qué ir contracorriente?
Para unos, las cosas ya están bien como están; para otros no merece la
15 – pena luchar porque por mucho que hagan, piensan, todo seguirá igual. Y unos y
otros probablemente tienen su parte de razón.
Seguramente para un muchacho o una chica de un barrio del Gran Buenos
Aires, o de cualquier otra ciudad latinoamericana, que apenas ha tenido oportunidades
para estudiar, que ha visto como su familia se hundía más y más por una simple
20 – enfermedad que no sólo les diezmaba los pocos ahorros conseguidos sino que los
sumía en la miseria, a un joven de estos, que son muchos, posiblemente resulte muy
difícil decirle que las oportunidades están ahí, que sólo tiene que agarrarlas.
La suerte es para unos pocos. No todo el mundo tiene la fortuna de que le
toque la lotería. Y la educación, la salud o el trabajo digno y bien pagado, no deberían
25 – ser una lotería. Es un tema de justicia, de una justicia social de la que tan necesitada
está nuestra región. Para que aquel joven, y aquella chica, puedan ir a la búsqueda
de sus oportunidades.
Todos tenemos nuestra parte de responsabilidad. Por acción u omisión. Por
creer que los políticos nos van a arreglar todos nuestros problemas, cuando con
30 – dificultades arreglan los suyos. Por pensar que, si nosotros lo hemos conseguido,
otros también podrán hacerlo por sí solos. Pero si nos sentamos a pensarlo, no lo
conseguimos solos, allí estuvieron nuestros mayores, nuestras familias, nuestros
entornos sociales para conducirnos hasta donde estamos. No podemos entonces
abandonar a su suerte a quienes sí carecen de los apoyos necesarios.
35 – Sin duda, se necesita voluntad y acciones políticas decididas para lograr una
sociedad mejor y más cohesionada. Pero nosotros, la gente, también tenemos mucho
que decir y hacer si queremos que esta desigualdad histórica deje una triste imagen
de marca, una lacra para la región. Todos y todas debemos ponernos a trabajar
desde ahora para que la igualdad no sea un sueño posible, sino una realidad. Para
40 – que cuando nuestros hijos crezcan sea un cuento, una historia del pasado que
podamos contarles. Para poder decirles con orgullo que viven en una sociedad más
justa e igualitaria.
DARÍN, Ricardo. Ojos tapados con seda. Disponível em: <http://www.elpais.com/articulo/internacional/
Ojos/tapados/seda/elpepuint/20100720elpepuint_9/Tes>. Acesso em: 27 ago. 2010.
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“Todos tenemos nuestra parte de responsabilidad.” (l. 28)
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