TEXTO 1

    Los fantasmas existen. Son entes que traemos a la vida con nuestra memoria y conciencia. Los he escuchado hoy mientras forraba los libros de colegio de Gaëlle. Yo cortando las orejitas del Vinifán que sobran cuando ya uno ha hecho los dobleces para pegar el scotch y mi madre, desde el "más allá" (de mi culpa), me interpelaba: "Así no, hay que doblarlas hacia adentro para que el plástico corra menos riesgo de rasgarse...".
    Pero claro, esa chambita... Y mientras sigo cortando orejas, en clara rebeldía, veo a mamá sentada en el comedor de la casa en la que crecimos Patricia, Mariana y yo. Tres cerros de libros y cuadernos sobre la mesa, y ella tipeando etiqueta por etiqueta en la Olivetti de papá. Qué impresora ni ocho cuartos, entonces inexistentes.
    Cortaba la cinta adhesiva y las decenas de pedacitos las alistaba en fila india en el borde de la mesa. Ahora el Vinifán viene con pedacitos cortados. Papel lustre, algún recorte animal o papel de regalo para darle un toque personal a cada libro, y luego el Vinifán.
    Lo medía con la misma exigencia y pulcritud con la que medía el doblez de las sábanas para que quedaran exactamente del mismo tamaño del lado izquierdo de la cama como del derecho. Siempre repetía que una cama mal tendida desordenaba todo el cuarto.
    Así cortaba el Vinifán, de manera pulcra y justa, no le sobraba ni un hilo, no hacía correcciones improvisadas con la tijera y al final de los días las pilas de libros brillaban con su esfuerzo.
    Perdona, mamá, sabes cómo soy", me digo a su fantasma. Y sé que me perdonaría, no sin reprenderme con ese tono que escondía más cariño que la autoridad que pretendía imponer. He cortado la última oreja contra el tiempo para entregar los útiles y mi madre sigue allí. Los fantasmas existen y me alegra.
Diario La República . Perú. 8 de marzo de 2012.

La expresión “contra el tiempo” quiere decir: