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São Paulo MACKENZIE 2011.1 Questão: 14 Espanhol Geral 

La moda, la ropa.

Hasta hace unos veinte años, cuando el auge de las manufacturas en serie empezó a arrinconar a los gremios artesanales, vestirse era un negocio demorado y ameno, atenido a diversos rituales, cuyo ejercicio y aprendizaje ocupaba gran parte del tiempo de las mujeres, y de la conversación que mantenían con sus maridos y amigas.

En todas las casas había una máquina de coser y se veían figurines por en medio, que alguien estaba consultando, no distraídamente, sino con un interés concienzudo, investigando el intríngulis de aquellos frunces, nesgas, volantes, pinzas y nidos de abeja que se veían en el dibujo. “Sí, claro, ahí pintado queda muy bonito, pero esta tela es demasiado gruesa, no sé como quedará”. “Desde luego no es traje para doña Petra, doña Petra te lo escabecharía”. Las modistas se dividían en dos categorías principales: aquellas de las que se temía que pudieran escabechar un traje y las que nunca lo escabechaban. Naturalmente esta clasificación,
como subjetiva que era, dependía del grado de credibilidad que la cliente prestara a quien iba a encargarse de desempeñar la labor.(…)

A las costureras, que solían alternar su labor en la propia casa con jornadas mal pagadas en domicilios particulares, se les encargaban de preferencia las batas, las faldas de diario, la ropa interior, los uniformes de las criadas y los vestidos de los niños. (…) A las modistas propiamente dichas, es decir, a las que habían tenido la suerte de afianzarse en su nombre de tales, no venían nunca a las casas, y eran apreciadas a tenor del lujo con que se hubieran montado y de la lentitud con que llevaran a cabo sus trabajos. Siempre me extrañó el hecho de que su prestigio estuviera en razón inversa con la prontitud en terminarlos y nunca en razón directa.(…)

Las más recomendadas eran naturalmente las más caras, y además tenían muchos figurines, algunos extranjeros, los consultaban con la cliente en el probador y se permitían sugerir y aconsejar hechuras. Pero la tela la compraba siempre la señora. Modistas que no admitieran telas, en provincias no las había. El título, superior a todos, de modista que pone ella la tela sólo lo ostentaban algunas de Madrid. Vestirse en Madrid con
una modista que tenía telas, era el no va más.

Adaptado de Carmen Martín Gaite, El cuarto de atrás


En el texto, los sinónimos correctos de frunces, faldas y hechuras son, respectivamente,



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