Vargas Llosa: “Las luchas de los estudiantes son también nuestras” ALFREDO MEZA Caracas 25 ABR 2014
Mario Vargas Llosa es mucho más que el gurú de la oposición de este país. Aquí se siente como un venezolano más, y no solo por los grandes amigos que ha hecho en casi 40 años de relación. Fue aquí donde su carrera internacional como novelista recibió el primer gran espaldarazo —ganó en 1967 el premio Rómulo Gallegos con La casa verde—; es aquí donde trata de desarrollarse un proceso a contrapelo de sus ideas liberales —esa moneda al aire llamada socialismo del siglo XXI— que le ha permitido ejercer el rol que másle gusta: el del intelectual que no repara en fronteras
geográficas y se siente con el deber de opinar de lo que __________ y donde _____________. “No he venido a provocar a nadie, sino a criticar cosas equivocadas”, aclaró el escritor en su primera rueda de prensa en el país. Ocurrió al final de su primera intervención en el foro con motivo del 30 aniversario de Cedice —un reputado centro de divulgación de las ideas liberales—, que motivó anticipadas peticiones de entrevista de medios locales y de corresponsales extranjeros. Con paciencia y algo de retraso, trató de atenderlos a todos, soportó con buen humor, aunque visiblemente incómodo por el calor que se sentía en la sala de prensa habilitada —en Caracas sopla un viento húmedo en estos días de finales de abril—, la infinita repetición de respuestas a las mismas preguntas. A la periodista Shirley Varnagy, de la cadena venezolana de noticias Globovisión, le lanzó incluso un piropo que hizo honor a la fama de seductor que le han endilgado. Cuando el director de la transmisión le informó a qué cámara debía mirar durante la entrevista, el Nobel dijo que prefería concentrarse en los profundos ojos azules de su entrevistadora. Es un Vargas Llosa relajado que, sin embargo, es consciente de la importancia que tienen sus palabras para este país, que libra, según su lectura, una lucha de cuyo resultado dependerá el futuro de América Latina. Alojado en un hotel cercano, el Nobel solo debía cruzar la calle para llegar hasta el teatro Chacao, donde
se celebraron sus dos presentaciones públicas —el resto de la agenda se maneja en secreto— y asistir como uno más al resto de las charlas. Siempre iba rodeado de guardaespaldas que lo acompañaban hasta la puerta del teatro. Entraba a ratos, escuchaba algunas ideas y salía de nuevo. Era imposible que pudiera prestarle toda la atención que quisiera, porque afuera muchos le esperaban. Los estudiantes de la oposición fueron los grandes beneficiados de la visita del escritor. En medio de una de las tantas entrevistas que concedió el jueves, el Nobel arequipeño confirmó a este diario que se había reunido en dos ocasiones con los líderes universitarios. Más que una deferencia hacia la lucha que ellos llevan adelante, el autor de La fiesta del chivo está convencido de que los jóvenes son la vanguardia que enfrenta al régimen del presidente Nicolás Maduro. Así lo indican la historia de Venezuela —los jóvenes estudiantes que en 1928 se opusieron a la tiranía de Juan Vicente Gómez (1908-1935) se convirtieron luego en los padres fundadores de la democracia venezolana— y otras experiencias similares en América Latina que mencionó de pasada en una entrevista concedida al periodista César Miguel Rondón en su programa de radio: “El estudiantado venezolano ha comprobado el fracaso de la utopía colectivista en el mundo y nadie quiere avanzar en la dirección de los patéticos anacronismos de Cuba o Corea del Norte”. http://internacional.elpais.com/internacional/2014/04/25/actualidad/1398452336_377403.html. Acesso: 30/04/14
El final del primer párrafo toma sentido si llenamos los huecos respectivamente con los verbos:
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